Post by HBF on Jun 6, 2008 5:56:29 GMT -3
El concepto de posición en la socilogía, de Robert E. Park
El CONCEPTO DE POSICIÓN EN LA SOCIOLOGÍA[1]
ROBERT E. PARK
University of Chicago
SUMARIO
El concepto de posición en la sociología.- El interés de lo sociólogos por la ecología humana se asienta en la relación entre los hombres que puede hallarse en los patrones típicos y definidos que la población asume en las “áreas naturales”. En tanto la estructura social puede ser definida en términos de posición y los cambios sociales en términos de movimiento de la población, los fenómenos sociales están sujetos a la medición matemática. El crecimiento de una ciudad no es el resultado de la simple acumulación de la población, sino más bien involucra cambios en el distrito central de los negocios -los cuales se reflejan en otras partes de la ciudad-, en la multiplicidad de las profesiones y ocupaciones y en el crecimiento incidental en el valor de la tierra, todos ellos mensurables en términos de movilidad de la población. Los desórdenes sociales, como la violencia de la turba, pueden ser analizados a partir de la relación entre el movimiento de personas y el metabolismo social, como así también observando la asimilación de los recién llegados dentro del orden social. Los cambios en el status económico y social y los grados de éxito o fracaso personal son registrados por los cambios en el lugar de residencia. La geografía local y el transporte dividen a la ciudad en áreas con grupos ocupacionales definidos que poseen un cierto grado de movilidad. Sin embargo, todos los fenómenos sociales no pueden ser mensurables en términos de lugar, posición y movilidad, dado que la verdadera “unidad” de la interacción social no es un individuo estático sino una actitud cambiante. Las barreras físicas sólo son importantes en tanto afecten la comunicación y los contactos. Otros factores que afectan la comunicación y complican el problema de la medición son la individualidad de las experiencias sociales y el efecto inhibidor de la autoconciencia. Más allá de esto, las relaciones sociales generalmente tienen su correlato en las relaciones espaciales y, por ende, poseen un grado de mensurabilidad.
Hace casi treinta años, el Profesor Eugenius Warming, de Copenhague, publicó un pequeño volumen titulado Comunidades de plantas (Plantesam fund). Las observaciones de Warming llamaron la atención sobre el hecho que diferentes especies de plantas tendían a formar grupos que él llamó “comunidades”, las que exhibían caracteres comunes a los organismos vivos. Nacen en forma gradual, atraviesan ciertos cambios característicos y, eventualmente, se quiebran y son reemplazadas por otras comunidades muy diferentes. Con el tiempo, estas observaciones se convirtieron en el punto de partida para una serie de investigaciones agrupadas `bajo el rótulo familiar de “Ecología”.
La ecología, en tanto pretende describir la distribución actual de plantas y animales sobre una superficie terrestre, es en un sentido realista una ciencia geográfica. Sin embargo, la ecología humana, como a los sociólogos les gustaría utilizar esté término, no es idéntica a la geografía, ni siquiera a la geografía humana. No se trata del hombre sino de la comunidad; no aborda la relación entre el hombre y la tierra que habita sino su relación con otros hombres.
Dentro de los límites de cada área natural, la distribución de la población tiende a asumir patrones típicos y diferenciales. Cada grupo local exhibe una constelación más o menos definitiva de las unidades individuales que lo componen. La forma que adopta esta constelación, en otras palabras, la posición de cada individuo en la comunidad con referencia a los otros, en tanto pueda ser descripta en término generales, constituye aquello que Durkheim y sus discípulos llamaban el aspecto morfológico de la sociedad[2].
La ecología humana, como la conciben los sociólogos, busca enfatizar el espacio antes que la geografía. En la sociedad, no sólo vimos juntos sino que, al mismo tiempo, vivimos separados, y las relaciones humanas siempre pueden ser descriptas, con mayor o menor exactitud, en términos de distancia. En tanto la estructura social puede ser definida en términos de posición y los cambios sociales en términos de movimiento de la población, los fenómenos sociales están sujetos a la medición matemática.
Las comunidades locales pueden ser comparadas con referencia a las áreas que ocupan y con referencia a la densidad relativa de la distribución poblacional dentro de las mismas. Sin embargo, las comunidades no son meros agregados de población. Las ciudades -en particular las grandes, donde la elección y segregación de la población ha llegado más lejos- muestran una serie de características morfológicas que no pueden hallarse en agregados humanos más pequeños.
Uno de los incidentes ligados al tamaño es la diversidad. Al igual que otros seres vivientes, las comunidades más grandes tendrán una mayor división del trabajo. Hace unos años, una investigación sobre los nombres de las personas eminentes catalogadas en “Quién es Quién” indicó que, en una gran ciudad como Chicago, muchas ocupaciones eran clasificadas como profesiones. El número de profesiones que requieren una entrenamiento científico especial para su práctica es un índice de la vida intelectual en la comunidad, ya que ésta puede ser medida no sólo por los conocimientos académicos y el coeficiente intelectual del ciudadano promedio, sino por la utilización de métodos racionales aplicados a la solución de los problemas comunitarios -salud, industria y control social, por ejemplo-.
Una de las razones por las que las ciudades han sido siempre el centro de la vida intelectual, es que aquellas han hecho posible y reforzado la individualización y diversificación de las tareas. Sólo si a cada individuo se le permite y se lo compele a focalizar su atención sobre una pequeña área de la experiencia humana, sólo si aprende a concentrar sus esfuerzos sobre ese pequeño segmento de las tareas comunes, puede mantenerse la gran co-operación que la civilización requiere.
En un artículo interesante y sugestivo, leído en la reunión de 1922 de la American Sociological Society, el Profesor Burgess diseñó los procesos involucrados en el crecimiento de las ciudades. El crecimiento ha sido usualmente descripto en términos de extensión del territorio e incremento de la población. La ciudad misma ha sido identificada con su área administrativa -la municipalidad-. Sin embargo, la ciudad no es una mera entidad formal sino un producto de las fuerzas naturales, y extiende sus fronteras más allá de los límites impuestos por fines políticos y administrativos. Hasta tal punto esto se ha convertido en un hecho aceptado, que los estudios actuales sobre la ciudad, como unidad económica o social, han debido asumir las fronteras naturales antes que las oficiales. Así, en los estudios de planificación urbana de Nueva York, realizados bajo la dirección de la Fundación Russell Sage, se establece un territorio de 5.500 millas cuadradas para esta ciudad, incluyendo más de cien unidades administrativas menores y pueblos, con una población total de 9.000.000 de habitantes.
Si bien el crecimiento de la ciudad ha sido entendido como una mera sumatoria, el incremento de la población en cualquier punto dentro del área urbana se refleja, inevitablemente, en las otras partes de la ciudad. El grado en el cual aquel incremento se ve reflejado depende de las características del sistema de transporte local. Cualquier extensión o multiplicación de los medios de transporte que conecten a la periferia con el centro tiende a aumentar la cantidad de personas y la periodicidad de los traslados al distrito de negocios. Esto aumenta la congestión en el centro y, eventualmente, incrementa la altura de los edificios de oficina y el valor de la tierra donde se asientan. La influencia del valor de la tierra se proyecta hacia la periferia. Si el incremento en el centro es rápido, aumenta el diámetro de las áreas establecidas con fines especulativos. Usualmente las propiedades adquiridas con estos fines se dejan deteriorar, hasta asumir las características de “slum” (barriada), esto es, un área de población casual y transeúnte, de suciedad y desorden, “de misiones (religiosas) y almas perdidas”. Estas regiones rechazadas y, a menudo, abandonadas se convierten en el primer asentamiento de los inmigrantes. Aquí se ubican nuestro ghettos y, a veces, nuestra bohemia, nuestro Greenwich Village, donde los artistas y los rebeldes buscan refugio del fundamentalismo y, en general, de las limitaciones y restricciones del Mundo Filistino. Toda gran ciudad tiene su Greenwich Village y su Wall Street.
El crecimiento de la ciudad involucra no sólo una sumatoria de números, sino todos los cambios y movimientos incidentales que son inevitables en la complejidad de la vida urbana. El aumento de las regiones, la multiplicidad de profesiones y ocupaciones y el incremento de los valores de la tierra, impuesto por la expansión urbana, están involucrados en los procesos de crecimiento de la ciudad y pueden ser medidos en términos de cambios de posición de los individuos, con relación a otros individuos, y respecto a la comunidad como un todo. Los valores de la tierra pueden ser relacionados con el movimiento de la población: los valores más altos se encuentran en aquellos puntos por los que transita una mayor cantidad de personas por día.
La comunidad -al diferenciarse de los individuos que la componen- tiene un recorrido vital indefinido. Sabemos que las comunidades nacen, se expanden y florecen por un tiempo y luego, declinan. Esto ocurre tanto en las sociedades de hombres como de plantas. Aunque no conocemos con precisión el ritmo de estos cambios, sabemos que la comunidad sobrevive a los individuos que la componen. Y ésta es una razón para explicar el conflicto, que parece inevitable y continuo, entre los intereses del individuo y los de la comunidad. En efecto, esta es una explicación de por qué cuesta mucho más controlar una ciudad en crecimiento que otra que se encuentra estable o en decadencia.
Cada nueva generación debe aprender a acomodarse a un orden que se define y mantiene principalmente por los mayores. Cada sociedad impone algún tipo de disciplina sobre sus miembros. Los individuos crecen, son incorporados a la vida comunitaria y, eventualmente, abandonados, pero la comunidad, junto con el orden moral que representa, sobrevive. Por lo tanto, la vida de la comunidad involucra un tipo de metabolismo: en forma constante, asimila nuevos individuos y, al mismo tiempo, elimina otros. La asimilación no es un proceso simple y, sobre todo, lleva tiempo.
El problema de asimilar a los nativos es sin duda real e implica tanto la educación de los niños en las casas como de los adolescentes en las escuelas. Sin embargo, la asimilación de los adultos migrantes, en busca de lugares en la organización comunitaria, es un problema mucho más serio: se trata de la educación del adulto, que recientemente ha comenzado a ser considerada con su relevancia real.
Existe otro aspecto de la situación no ha sido considerado. Las comunidades cuya población aumenta a causa del exceso de nacimientos sobre los decesos enseñan una diferencia importante respecto a aquellas cuyo aumento se debe a la inmigración. En éstas últimas, el cambio social se transforma en una necesidad con mayor celeridad y profundidad. Por ejemplo, el valor de la tierra aumenta más rápido, el reemplazo de inmuebles y maquinarias, el movimiento de la población, los cambios en el trabajo, el incremento de la riqueza, y los giros radicales en la posición social ocurren a un tempo acelerado. En general, la sociedad tiende a acercarse a aquellas condiciones que son reconocidas como características de la frontera.
En una sociedad en la que suceden cambios más grandes y rápidos hay una mayor necesidad del tipo de educación pública que uno obtiene cotidianamente a través de la prensa, esto es, mediante la discusión y la conversación. Por otra parte, desde que la observación personal y la tradición, que constituyen la base tanto del conocimiento de sentido común como de las investigaciones sistemáticas de las ciencias, no pueden mantener el ritmo del cambio en las condiciones ocurre aquel fenómeno que Ogburn describió como “brecha cultural”. Nuestro conocimiento político y nuestro sentido común no pueden seguir los cambios que están ocurriendo en nuestra vida cotidiana. Tal vez, el resultado es que aunque el público se siente a la deriva, los actos legislativos se multiplican pero el control efectivo disminuye. Entonces al reconocer el público la inutilidad de los actos legislativos, existe una demanda de acciones más drásticas que se expresan en un movimiento masivo enfermo e, incluso, en una mera muchedumbre violenta: por ejemplo, los linchamientos en los estados sureños y los disturbios raciales en el norte. En tanto estos desórdenes están relacionados con los movimientos de población -investigaciones recientes sobre los disturbios raciales y los linchamientos así lo indican-, el estudio de lo que describimos como metabolismo social puede proporcionar un índice, si no una explicación, sobre el fenómeno de los problemas raciales.
Uno de los incidentes del crecimiento de la comunidad es la selección social, la segregación de la población y la creación de grupos sociales y áreas naturales. Hemos advertido este proceso de segregación en el caso de los inmigrantes y, en especial, en el caso de las llamadas razas históricas, personas que, sean o no inmigrantes, son distinguidos por estigmas raciales. Chinatown, Little Sicilie y los otros “ghettos”, con los que están familiarizados los estudiantes de la vida urbana, son tipos especiales de una especie general de área natural producida inevitablemente por las condiciones y tendencias de la vida en la ciudad.
Este tipo de segregación de la población sucede, en primer lugar, sobre la base del lenguaje y la cultura y, en segundo lugar, sobre la base de la raza. Sin embargo, dentro de estas colonias inmigrantes y ghettos racial, otros procesos de segregación ocurren basados en los intereses vocacionales, la inteligencia y l ambición personal. El resultado es que el más penetrante, energético y ambicioso emerge de su colonia o ghetto y se traslada hacia un área de asentamiento de inmigrantes de segunda generación, o tal vez hacia un área cosmopolita en la que los miembros de diversos grupos raciales o inmigrantes se encuentran y viven juntos. Cada vez más, al debilitarse los lazos de raza, lenguaje y cultura, los individuos exitosos se desplazan y, eventualmente, encuentran su lugar en los negocios y en las profesiones de los grupos anteriores que ya no son identificados con una lengua o grupo racial. El punto central es que el cambio en la ocupación, el éxito o fracaso personal, los cambios en el status económico y social, en el corto plazo son registrados mediante un cambio del lugar de residencia. La organización física y ecológica de la comunidad, a la larga, responde a -y refleja- la ocupacional y la cultural. La selección social y la segregación, que crean los grupos naturales, determinan a la vez las áreas naturales de la ciudad.
La ciudad moderna se diferencia de la antigua en un aspecto importante: la ciudad antigua creció alrededor de la fortaleza, la moderna ha crecido alrededor del mercado. La ciudad antigua era el centro de una región relativamente auto suficiente. Los bienes producidos eran en su mayoría para consumo hogareño y el comercio no superaba los límites de la comunidad local. Por otra parte, la ciudad moderna parece ser el centro de una región de producción altamente especializada, con su correspondiente extensa área de comercio. Bajo éstas circunstancias los contornos principales de la ciudad moderna serán determinados por la geografía local y las rutas de transporte.
La geografía local, modificada por los trenes y otros medios de transporte -todos conectados invariablemente con las grandes industrias-, proporciona los lineamientos del plano urbano. Sin embargo, es probable que estos lineamientos sean cubiertos y modificados por otra distribución diferente de la población y las instituciones, cuyo centro es el área de comercios de consumo masivo. Dentro de ésta área céntrica existen ciertas formas de negocios, tiendas, hoteles, teatros, almacenes de ventas, oficinas y bancos que tienden a caer en patrones definitivos y característicos, como si la posición de cada negocio o edificio estuviera de alguna forma fijada y determinada por su relación con los otros.
En la periferia de la ciudad, los suburbios residenciales e industriales y las ciudades satélites parecen encontrar, de alguna manera natural e inevitable, sus lugares predeterminados. Dentro del área delimitada por el distrito central de negocios y por los suburbios, la ciudad tiende a tomar la forma de una serie de círculos concéntricos. Estas regiones diferentes, localizadas a diversas distancias relativas desde el centro, están caracterizadas por distintos grados de movilidad de la población.
El área de mayor movilidad, esto es, de movimiento y cambio de la población, es naturalmente el centro de negocios. Aquí están los hoteles, la vivienda de quienes están de paso. Excepto por un pequeño número de huéspedes permanentes en los hoteles, el centro de negocios -que es la ciudad por excelencia- se vacía cada noche y se llena cada mañana. Fuera de la ciudad -en este sentido más estricto del término-, se encuentran las barriadas [slums]: los lugares de vivienda ocasional. En el límite de las barriadas es probable que existan regiones, en proceso de ser sumergidas, caracterizadas como “áreas de casas-dormitorio”, donde residen los bohemios, los aventureros de todo tipo y los jóvenes solteros de ambos sexos. Más allá se encuentra la región de pequeñas familias y negocios especializados. Por último, fuera de todo, los grandes departamentos y las viviendas de solteros donde las personas todavía son dueños de sus casas y crían a sus hijos, tal como sin duda lo hacen en las barriadas.
El CONCEPTO DE POSICIÓN EN LA SOCIOLOGÍA[1]
ROBERT E. PARK
University of Chicago
SUMARIO
El concepto de posición en la sociología.- El interés de lo sociólogos por la ecología humana se asienta en la relación entre los hombres que puede hallarse en los patrones típicos y definidos que la población asume en las “áreas naturales”. En tanto la estructura social puede ser definida en términos de posición y los cambios sociales en términos de movimiento de la población, los fenómenos sociales están sujetos a la medición matemática. El crecimiento de una ciudad no es el resultado de la simple acumulación de la población, sino más bien involucra cambios en el distrito central de los negocios -los cuales se reflejan en otras partes de la ciudad-, en la multiplicidad de las profesiones y ocupaciones y en el crecimiento incidental en el valor de la tierra, todos ellos mensurables en términos de movilidad de la población. Los desórdenes sociales, como la violencia de la turba, pueden ser analizados a partir de la relación entre el movimiento de personas y el metabolismo social, como así también observando la asimilación de los recién llegados dentro del orden social. Los cambios en el status económico y social y los grados de éxito o fracaso personal son registrados por los cambios en el lugar de residencia. La geografía local y el transporte dividen a la ciudad en áreas con grupos ocupacionales definidos que poseen un cierto grado de movilidad. Sin embargo, todos los fenómenos sociales no pueden ser mensurables en términos de lugar, posición y movilidad, dado que la verdadera “unidad” de la interacción social no es un individuo estático sino una actitud cambiante. Las barreras físicas sólo son importantes en tanto afecten la comunicación y los contactos. Otros factores que afectan la comunicación y complican el problema de la medición son la individualidad de las experiencias sociales y el efecto inhibidor de la autoconciencia. Más allá de esto, las relaciones sociales generalmente tienen su correlato en las relaciones espaciales y, por ende, poseen un grado de mensurabilidad.
Hace casi treinta años, el Profesor Eugenius Warming, de Copenhague, publicó un pequeño volumen titulado Comunidades de plantas (Plantesam fund). Las observaciones de Warming llamaron la atención sobre el hecho que diferentes especies de plantas tendían a formar grupos que él llamó “comunidades”, las que exhibían caracteres comunes a los organismos vivos. Nacen en forma gradual, atraviesan ciertos cambios característicos y, eventualmente, se quiebran y son reemplazadas por otras comunidades muy diferentes. Con el tiempo, estas observaciones se convirtieron en el punto de partida para una serie de investigaciones agrupadas `bajo el rótulo familiar de “Ecología”.
La ecología, en tanto pretende describir la distribución actual de plantas y animales sobre una superficie terrestre, es en un sentido realista una ciencia geográfica. Sin embargo, la ecología humana, como a los sociólogos les gustaría utilizar esté término, no es idéntica a la geografía, ni siquiera a la geografía humana. No se trata del hombre sino de la comunidad; no aborda la relación entre el hombre y la tierra que habita sino su relación con otros hombres.
Dentro de los límites de cada área natural, la distribución de la población tiende a asumir patrones típicos y diferenciales. Cada grupo local exhibe una constelación más o menos definitiva de las unidades individuales que lo componen. La forma que adopta esta constelación, en otras palabras, la posición de cada individuo en la comunidad con referencia a los otros, en tanto pueda ser descripta en término generales, constituye aquello que Durkheim y sus discípulos llamaban el aspecto morfológico de la sociedad[2].
La ecología humana, como la conciben los sociólogos, busca enfatizar el espacio antes que la geografía. En la sociedad, no sólo vimos juntos sino que, al mismo tiempo, vivimos separados, y las relaciones humanas siempre pueden ser descriptas, con mayor o menor exactitud, en términos de distancia. En tanto la estructura social puede ser definida en términos de posición y los cambios sociales en términos de movimiento de la población, los fenómenos sociales están sujetos a la medición matemática.
Las comunidades locales pueden ser comparadas con referencia a las áreas que ocupan y con referencia a la densidad relativa de la distribución poblacional dentro de las mismas. Sin embargo, las comunidades no son meros agregados de población. Las ciudades -en particular las grandes, donde la elección y segregación de la población ha llegado más lejos- muestran una serie de características morfológicas que no pueden hallarse en agregados humanos más pequeños.
Uno de los incidentes ligados al tamaño es la diversidad. Al igual que otros seres vivientes, las comunidades más grandes tendrán una mayor división del trabajo. Hace unos años, una investigación sobre los nombres de las personas eminentes catalogadas en “Quién es Quién” indicó que, en una gran ciudad como Chicago, muchas ocupaciones eran clasificadas como profesiones. El número de profesiones que requieren una entrenamiento científico especial para su práctica es un índice de la vida intelectual en la comunidad, ya que ésta puede ser medida no sólo por los conocimientos académicos y el coeficiente intelectual del ciudadano promedio, sino por la utilización de métodos racionales aplicados a la solución de los problemas comunitarios -salud, industria y control social, por ejemplo-.
Una de las razones por las que las ciudades han sido siempre el centro de la vida intelectual, es que aquellas han hecho posible y reforzado la individualización y diversificación de las tareas. Sólo si a cada individuo se le permite y se lo compele a focalizar su atención sobre una pequeña área de la experiencia humana, sólo si aprende a concentrar sus esfuerzos sobre ese pequeño segmento de las tareas comunes, puede mantenerse la gran co-operación que la civilización requiere.
En un artículo interesante y sugestivo, leído en la reunión de 1922 de la American Sociological Society, el Profesor Burgess diseñó los procesos involucrados en el crecimiento de las ciudades. El crecimiento ha sido usualmente descripto en términos de extensión del territorio e incremento de la población. La ciudad misma ha sido identificada con su área administrativa -la municipalidad-. Sin embargo, la ciudad no es una mera entidad formal sino un producto de las fuerzas naturales, y extiende sus fronteras más allá de los límites impuestos por fines políticos y administrativos. Hasta tal punto esto se ha convertido en un hecho aceptado, que los estudios actuales sobre la ciudad, como unidad económica o social, han debido asumir las fronteras naturales antes que las oficiales. Así, en los estudios de planificación urbana de Nueva York, realizados bajo la dirección de la Fundación Russell Sage, se establece un territorio de 5.500 millas cuadradas para esta ciudad, incluyendo más de cien unidades administrativas menores y pueblos, con una población total de 9.000.000 de habitantes.
Si bien el crecimiento de la ciudad ha sido entendido como una mera sumatoria, el incremento de la población en cualquier punto dentro del área urbana se refleja, inevitablemente, en las otras partes de la ciudad. El grado en el cual aquel incremento se ve reflejado depende de las características del sistema de transporte local. Cualquier extensión o multiplicación de los medios de transporte que conecten a la periferia con el centro tiende a aumentar la cantidad de personas y la periodicidad de los traslados al distrito de negocios. Esto aumenta la congestión en el centro y, eventualmente, incrementa la altura de los edificios de oficina y el valor de la tierra donde se asientan. La influencia del valor de la tierra se proyecta hacia la periferia. Si el incremento en el centro es rápido, aumenta el diámetro de las áreas establecidas con fines especulativos. Usualmente las propiedades adquiridas con estos fines se dejan deteriorar, hasta asumir las características de “slum” (barriada), esto es, un área de población casual y transeúnte, de suciedad y desorden, “de misiones (religiosas) y almas perdidas”. Estas regiones rechazadas y, a menudo, abandonadas se convierten en el primer asentamiento de los inmigrantes. Aquí se ubican nuestro ghettos y, a veces, nuestra bohemia, nuestro Greenwich Village, donde los artistas y los rebeldes buscan refugio del fundamentalismo y, en general, de las limitaciones y restricciones del Mundo Filistino. Toda gran ciudad tiene su Greenwich Village y su Wall Street.
El crecimiento de la ciudad involucra no sólo una sumatoria de números, sino todos los cambios y movimientos incidentales que son inevitables en la complejidad de la vida urbana. El aumento de las regiones, la multiplicidad de profesiones y ocupaciones y el incremento de los valores de la tierra, impuesto por la expansión urbana, están involucrados en los procesos de crecimiento de la ciudad y pueden ser medidos en términos de cambios de posición de los individuos, con relación a otros individuos, y respecto a la comunidad como un todo. Los valores de la tierra pueden ser relacionados con el movimiento de la población: los valores más altos se encuentran en aquellos puntos por los que transita una mayor cantidad de personas por día.
La comunidad -al diferenciarse de los individuos que la componen- tiene un recorrido vital indefinido. Sabemos que las comunidades nacen, se expanden y florecen por un tiempo y luego, declinan. Esto ocurre tanto en las sociedades de hombres como de plantas. Aunque no conocemos con precisión el ritmo de estos cambios, sabemos que la comunidad sobrevive a los individuos que la componen. Y ésta es una razón para explicar el conflicto, que parece inevitable y continuo, entre los intereses del individuo y los de la comunidad. En efecto, esta es una explicación de por qué cuesta mucho más controlar una ciudad en crecimiento que otra que se encuentra estable o en decadencia.
Cada nueva generación debe aprender a acomodarse a un orden que se define y mantiene principalmente por los mayores. Cada sociedad impone algún tipo de disciplina sobre sus miembros. Los individuos crecen, son incorporados a la vida comunitaria y, eventualmente, abandonados, pero la comunidad, junto con el orden moral que representa, sobrevive. Por lo tanto, la vida de la comunidad involucra un tipo de metabolismo: en forma constante, asimila nuevos individuos y, al mismo tiempo, elimina otros. La asimilación no es un proceso simple y, sobre todo, lleva tiempo.
El problema de asimilar a los nativos es sin duda real e implica tanto la educación de los niños en las casas como de los adolescentes en las escuelas. Sin embargo, la asimilación de los adultos migrantes, en busca de lugares en la organización comunitaria, es un problema mucho más serio: se trata de la educación del adulto, que recientemente ha comenzado a ser considerada con su relevancia real.
Existe otro aspecto de la situación no ha sido considerado. Las comunidades cuya población aumenta a causa del exceso de nacimientos sobre los decesos enseñan una diferencia importante respecto a aquellas cuyo aumento se debe a la inmigración. En éstas últimas, el cambio social se transforma en una necesidad con mayor celeridad y profundidad. Por ejemplo, el valor de la tierra aumenta más rápido, el reemplazo de inmuebles y maquinarias, el movimiento de la población, los cambios en el trabajo, el incremento de la riqueza, y los giros radicales en la posición social ocurren a un tempo acelerado. En general, la sociedad tiende a acercarse a aquellas condiciones que son reconocidas como características de la frontera.
En una sociedad en la que suceden cambios más grandes y rápidos hay una mayor necesidad del tipo de educación pública que uno obtiene cotidianamente a través de la prensa, esto es, mediante la discusión y la conversación. Por otra parte, desde que la observación personal y la tradición, que constituyen la base tanto del conocimiento de sentido común como de las investigaciones sistemáticas de las ciencias, no pueden mantener el ritmo del cambio en las condiciones ocurre aquel fenómeno que Ogburn describió como “brecha cultural”. Nuestro conocimiento político y nuestro sentido común no pueden seguir los cambios que están ocurriendo en nuestra vida cotidiana. Tal vez, el resultado es que aunque el público se siente a la deriva, los actos legislativos se multiplican pero el control efectivo disminuye. Entonces al reconocer el público la inutilidad de los actos legislativos, existe una demanda de acciones más drásticas que se expresan en un movimiento masivo enfermo e, incluso, en una mera muchedumbre violenta: por ejemplo, los linchamientos en los estados sureños y los disturbios raciales en el norte. En tanto estos desórdenes están relacionados con los movimientos de población -investigaciones recientes sobre los disturbios raciales y los linchamientos así lo indican-, el estudio de lo que describimos como metabolismo social puede proporcionar un índice, si no una explicación, sobre el fenómeno de los problemas raciales.
Uno de los incidentes del crecimiento de la comunidad es la selección social, la segregación de la población y la creación de grupos sociales y áreas naturales. Hemos advertido este proceso de segregación en el caso de los inmigrantes y, en especial, en el caso de las llamadas razas históricas, personas que, sean o no inmigrantes, son distinguidos por estigmas raciales. Chinatown, Little Sicilie y los otros “ghettos”, con los que están familiarizados los estudiantes de la vida urbana, son tipos especiales de una especie general de área natural producida inevitablemente por las condiciones y tendencias de la vida en la ciudad.
Este tipo de segregación de la población sucede, en primer lugar, sobre la base del lenguaje y la cultura y, en segundo lugar, sobre la base de la raza. Sin embargo, dentro de estas colonias inmigrantes y ghettos racial, otros procesos de segregación ocurren basados en los intereses vocacionales, la inteligencia y l ambición personal. El resultado es que el más penetrante, energético y ambicioso emerge de su colonia o ghetto y se traslada hacia un área de asentamiento de inmigrantes de segunda generación, o tal vez hacia un área cosmopolita en la que los miembros de diversos grupos raciales o inmigrantes se encuentran y viven juntos. Cada vez más, al debilitarse los lazos de raza, lenguaje y cultura, los individuos exitosos se desplazan y, eventualmente, encuentran su lugar en los negocios y en las profesiones de los grupos anteriores que ya no son identificados con una lengua o grupo racial. El punto central es que el cambio en la ocupación, el éxito o fracaso personal, los cambios en el status económico y social, en el corto plazo son registrados mediante un cambio del lugar de residencia. La organización física y ecológica de la comunidad, a la larga, responde a -y refleja- la ocupacional y la cultural. La selección social y la segregación, que crean los grupos naturales, determinan a la vez las áreas naturales de la ciudad.
La ciudad moderna se diferencia de la antigua en un aspecto importante: la ciudad antigua creció alrededor de la fortaleza, la moderna ha crecido alrededor del mercado. La ciudad antigua era el centro de una región relativamente auto suficiente. Los bienes producidos eran en su mayoría para consumo hogareño y el comercio no superaba los límites de la comunidad local. Por otra parte, la ciudad moderna parece ser el centro de una región de producción altamente especializada, con su correspondiente extensa área de comercio. Bajo éstas circunstancias los contornos principales de la ciudad moderna serán determinados por la geografía local y las rutas de transporte.
La geografía local, modificada por los trenes y otros medios de transporte -todos conectados invariablemente con las grandes industrias-, proporciona los lineamientos del plano urbano. Sin embargo, es probable que estos lineamientos sean cubiertos y modificados por otra distribución diferente de la población y las instituciones, cuyo centro es el área de comercios de consumo masivo. Dentro de ésta área céntrica existen ciertas formas de negocios, tiendas, hoteles, teatros, almacenes de ventas, oficinas y bancos que tienden a caer en patrones definitivos y característicos, como si la posición de cada negocio o edificio estuviera de alguna forma fijada y determinada por su relación con los otros.
En la periferia de la ciudad, los suburbios residenciales e industriales y las ciudades satélites parecen encontrar, de alguna manera natural e inevitable, sus lugares predeterminados. Dentro del área delimitada por el distrito central de negocios y por los suburbios, la ciudad tiende a tomar la forma de una serie de círculos concéntricos. Estas regiones diferentes, localizadas a diversas distancias relativas desde el centro, están caracterizadas por distintos grados de movilidad de la población.
El área de mayor movilidad, esto es, de movimiento y cambio de la población, es naturalmente el centro de negocios. Aquí están los hoteles, la vivienda de quienes están de paso. Excepto por un pequeño número de huéspedes permanentes en los hoteles, el centro de negocios -que es la ciudad por excelencia- se vacía cada noche y se llena cada mañana. Fuera de la ciudad -en este sentido más estricto del término-, se encuentran las barriadas [slums]: los lugares de vivienda ocasional. En el límite de las barriadas es probable que existan regiones, en proceso de ser sumergidas, caracterizadas como “áreas de casas-dormitorio”, donde residen los bohemios, los aventureros de todo tipo y los jóvenes solteros de ambos sexos. Más allá se encuentra la región de pequeñas familias y negocios especializados. Por último, fuera de todo, los grandes departamentos y las viviendas de solteros donde las personas todavía son dueños de sus casas y crían a sus hijos, tal como sin duda lo hacen en las barriadas.