Post by HBF on Jul 31, 2016 12:37:55 GMT -3
Cultura
"Argentina gasta mucho en políticas sociales, podría gastar distinto y tener mejores resultados"
Matías Méndez
31 de julio de 2016
¿Qué pasa con el Estado de bienestar en Argentina cuando la sociedad sufre cambios en el mercado de trabajo y en la organización familiar? Esa es quizás la pregunta central de los textos que los directores del Grupo de Trabajo Interdisciplinario "Derechos y políticas sociales", la abogada Laura Pautassi y el sociólogo Gustavo Gamallo, reunieron en el libro El bienestar en brechas. Las políticas sociales en la Argentina de la posconvertibilidad que acaba de publicar Editorial Biblos. Para desarrollar la investigación, introducen el concepto de brecha.
La obra está organizada en cuatro grandes capítulos: "Brechas contributivas", "Brechas no contributivas y su impacto en las políticas sociales", "Brechas en el acceso a la vivienda" y "Brechas en la organización del cuidado". En sus páginas, un grupo de investigadores que proviene del derecho, la sociología y la ciencia política analiza las políticas sociales del ciclo que va del 2003 al 2013.
En esta entrevista con Infobae, los compiladores del libro repasan los conceptos que desarrollaron, hacen un balance de la asignación universal por hijo, recomiendan incluir en la agenda pública la economía del cuidado y se muestran preocupados porque en el nuevo Gobierno ven "pocas novedades" en políticas sociales.
—¿Qué postula el concepto de "brecha"?
Gustavo Gamallo.—La idea es tratar de poner en discusión cierta mirada que hay acerca de que el Estado de bienestar se destruyó o que fue desmantelado. A nuestro juicio, lo que hay es cierto desajuste entre lo que fueron los momentos fundacionales y de consolidación y desarrollo de las principales políticas sociales que conforman el Estado de bienestar en la Argentina, y el conjunto de transformaciones sociales propias de, sobre todo, la crisis del mercado de trabajo, y, en segundo lugar, la crisis de la organización familiar. Estas dos cuestiones son densas de por sí, pero fundamentalmente, si miramos lo que serían los arreglos centrales del Estado de bienestar, el sistema previsional, el de distribución, de transferencias a las familias, de organización del sistema de salud, aparece una relación muy fuerte con la organización del mercado del trabajo. En un país que ha sufrido y que sigue padeciendo un altísimo índice de informalidad laboral, hay un problema de desajuste muy relevante en el cual grandes grupos sociales quedan excluidos de buena parte de esas prestaciones y se ha establecido un conjunto de políticas tendientes a resolver esa brecha. Por ejemplo, la moratoria provisional, el desarrollo de la asignación universal por hijo, como una manera de pensar políticas sociales no vinculadas directamente con las contribuciones laborales. En ese sentido, lo que explora la idea de la brecha es un concepto ordenador para pensar si estamos en presencia del desajuste o de la brecha entre una manera en la cual el Estado de bienestar sigue funcionando con una dinámica propia y el conjunto de desarrollos propios de una sociedad que se está reproduciendo bajo otras bases.
—¿Se trata de un Estado de bienestar pensado para una sociedad que ya no existe?
GG.—Algunos autores han dicho que el Estado de bienestar que tenemos es el de nuestros abuelos y no el de nuestros hijos, en el sentido de que se formó en un momento del siglo XX, se desarrolló y se consolidó bajo cierta lógica del desarrollo del capitalismo. Lo que hoy tenemos es una sociedad que está transitando una crisis muy relevante —sobre todo— en el mercado del trabajo y esto está generando situaciones de cierta desconexión en la manera en la cual se plantean los derechos sociales y la manera en la que efectivamente debe resolverse en función de esta dinámica laboral que excluye de manera relativamente permanente a amplios contingentes.
—En el libro se define el caso argentino como un híbrido. ¿Qué implica ese concepto?
Laura Pautassi.—Es un concepto que viene de larga data. Hoy podemos decir que es un híbrido mucho más complejo, precisamente por algunas de las características que Gustavo señalaba: el mercado de trabajo no es el mismo, los tipos de actividades que se desempeñan tampoco son las mismas y, además, hay un tema de larga data que el feminismo viene definiendo, que tiene que ver con la consideración de todo lo relativo a lo que históricamente era lo reproductivo y que hoy llamamos economía del cuidado, con todas aquellas actividades que van a garantizar la reproducción social y que también son trabajo y no están consideradas como tal. Esa hibridez con la que podemos caracterizar estos arreglos institucionales que caracterizaron la dinámica social de los últimos años también ha sufrido un proceso importante en términos de su conformación, porque no están preparados para recibirlo y, de hecho, todo lo que es economía del cuidado no ha entrado en la agenda pública.
—Por otra parte, es un mercado laboral novedoso, en el cual, por ejemplo, están los emprendedores que trabajan desde Argentina hacia el mundo. ¿Eso tiene impacto a nivel previsional?
GG.—Básicamente, la relación salarial formal, sobre la cual se montó, por ejemplo, el sistema previsional, es lo que hoy está en crisis y algunas de las evidencias que se proponen en este trabajo y en otros de algunos colegas son el llamamiento para un debate político de fondo en relación con cómo organizar el bienestar de una sociedad que ya no es la misma del siglo XX.
—En materia de políticas sociales, existe una sensación de que todo lo que se hace en las distintas gestiones es para la emergencia, que se tapan los baches de lo urgente. ¿Es así?
LP.—De allí el concepto de brecha, que es buscar una idea de un campo de investigación; este es un trabajo de equipo interdisciplinario en el abordaje de una misma problemática que tiene que ver con la responsabilidad estatal en términos de redistribuir el bienestar. Estos arreglos del régimen de bienestar de posguerra son los acuerdos que hoy tenemos que volver a discutir firmemente. Además, se requieren necesariamente políticas públicas de corte transversal, entonces, nosotros trabajamos desde dos enfoques: el de derechos y el de géneros. El de derechos no tiene que ser sólo una lógica retórica de recurrir a los derechos que tienen un efecto político y ciudadano muy fuerte, sino que esto se tiene que reflejar en obligaciones estatales que tienen que dar cumplimiento al contenido de estos derechos. Y el otro enfoque es el de género, donde se está mirando esa simetría de poder en darle distinto valor al trabajo de la mujer y al trabajo del varón en esta necesidad de trabajar las diversidades sexuales, las identidades sexuales y esto necesariamente tiene que estar reflejado en las respuestas y también en las instituciones sociales.
—Ustedes trabajan el período 2003-2013, donde hubo crecimiento pero no se acortó la desigualdad. ¿Qué políticas deberían desarrollarse? ¿Pueden las políticas sociales aportar a eso? ¿Sólo depende de la macroeconomía?
GG.—Hay distintas maneras de pensar la desigualdad, una tiene que ver con los ingresos y las rentas, pero hay otro tipo de desigualdades que tienen que ver con las oportunidades vitales, que están mucho más vinculadas a los sistemas institucionales, en relación con los eventos vitales relevantes. Hay ciertos campos de desigualdad que están vinculados con el desarrollo de sistemas institucionales que operen en relación con los factores específicos, es decir, el campo de la educación o la salud, en el cual no tienen el mismo tratamiento que abordar las desigualdades de la renta financiera o con las dispersiones salariales. En este campo específico de lo que podríamos llamar las políticas de bienestar vinculadas con los sistemas institucionales, hay mucho trabajo para hacer. Un tema es el federalismo: Argentina tiene un sistema federal en el cual una parte del sistema de salud, porque otra parte tiene que ver con las obras sociales, está vinculada con la gestión provincial, y ahí hay mucho trabajo para hacer con una dirección de coordinación y articulación política mucho más firme de lo que se ha venido haciendo; igual para el campo educativo. En el campo previsional, siguen existiendo trece sistemas provinciales junto con un llamado sistema único. Hay mucho trabajo político para hacer para establecer una agenda mucho más específica; pensemos que en los noventa se privatizaron unas 120 empresas en un lapso muy breve y el Estado de bienestar es una institución muy rígida, muy sólida, resiste a los cambios. Las burocracias que se articulan con las políticas sociales tienen mucho para decir, para aportar y mucho para oponerse. Hay mucho trabajo político y no necesariamente tiene que ver con los problemas que la economía de por sí, y no vamos a hablar de eso porque el concepto inflacionario profundiza todos los problemas, Argentina gasta mucho en políticas sociales, podría gastar distinto y tener mejores resultados.
—¿El contexto de atomización política de los bloques parlamentarios ayuda a crear las condiciones para debatir estos temas?
GG.—Uno no escucha a los máximos decisores hablar de estos temas de la manera en la cual deberían hacerlo si aspiraran a modificar las cosas de fondo. Hoy, el Gobierno de Cambiemos plantea un objetivo de pobreza cero. ¿Qué significa eso en términos de desarrollo de políticas específicas? Cuando uno habla con las personas que están vinculadas a los partidos desde el punto de vista técnico, en el campo de la salud y la educación, todos dicen más o menos lo mismo: "Esto no es prioridad política, no es tema de campaña". Debería serlo.
—Le dedican el último capítulo del libro a un tema que también está ausente en el debate político y que es una problemática que atraviesa todos los sectores, el de la vivienda. ¿Por qué no se habla de eso?
LP.—Sin duda y es un derecho humano reconocido que requiere estar en agenda por múltiples razones, las situaciones más dramáticas, de las personas en calle. Parte de nuestras investigaciones hace rato que vienen relevando, en la Ciudad de Buenos Aires, una situación altamente dramática en el distrito más rico de la Argentina, con enormes disparidades y dificultades, no solamente por las personas en situación de calle, sino por otras situaciones. Cuando hablamos de desigualdad, no sólo requiere a aquellos que están en situación de pobreza o indigencia, sino de distintas situaciones, por eso nos interesa la desigualdad en cuestiones de género.
—¿Se puede hacer un balance de la implementación de la asignación universal por hijo?
GG.—Ha sido una contribución muy relevante para pensar desde otro lugar lo que fue un debate que se inició en Argentina a mediados de los años noventa con la iniciativa legislativa de Elisa Carrió y Elisa Carca. Recién en 2009 se pudo poner en marcha una política que tuviera algo parecido a esa idea, la de aceptar las restricciones de los arreglos contributivos, es decir, los que se vinculan con la relación salarial formal y la necesidad de atender las contingencias propias de lo que se supone que es en una familia la reproducción ampliada, el aumento de los miembros y el tipo de gastos que se atiende en relación con esa situación. La AUH ha tenido una importancia relevante, ha marcado la relevancia que tiene el Estado nacional en términos de distribuir recursos a través de esa vía, es decir, Anses [Administración Nacional de la Seguridad Social] es una agencia muy potente y de allí que ha tenido una enorme importancia en el período anterior como el eje del desarrollo de políticas de transferencias de ingresos.
—¿Qué están viendo en materia de política social en el nuevo Gobierno?
LP.—Pocas novedades y complementando lo de la AUH, la asignación es una medida, pero ahí hay medidas que se deben implementar de manera urgente. Por ejemplo, en la AUH los titulares son niños, niñas y adolescentes, pero la principal perceptora fue la madre. Ahora, para esas mujeres no se están diseñando ni políticas de cuidados que les permita, por ejemplo, tener ciertos momentos de su día, todo lo que significan las condicionalidades, que es tiempo y esfuerzo de la mujer y cuál es su propia trayectoria de vida. Son mujeres con una maternidad muy temprana (en Argentina tenemos altos índices de embarazo adolescente) y requiere pensar qué políticas vamos a tener para estas mujeres. No hay discusión en este momento de políticas de empleo, tampoco cómo vamos a articular con otros tipos de políticas. Hay una carga muy fuerte sobre los destinatarios de estas políticas de cumplir con planes de atención de salud y educativa, pero esto también requiere una revisión muy fuerte de cómo trabajar de manera interdependientes. Vemos un debate que no está instalado como tal, sino que hay una continuidad de medidas, hay un momento de inercia entre traspaso de gestión, pero ahora sí, se requieren fuertemente políticas mucho más presentes, activas y agresivas en el sentido de instalar claramente la necesidad de tener políticas sociales no solamente activas, y ahí el mercado de trabajo es muy importante, e instalar el cuidado en la agenda.
GG.—Hay una agenda que no es vigorosa, es un poco flaca. No se han enunciado objetivos importantes en algunos campos, en otros, hay algo más claro, como en el campo previsional, donde se hicieron algunos anuncios y hay iniciativas más claras. Argentina precisa debates más profundos acerca de los problemas demográficos que tiene que enfrentar, el envejecimiento dentro del envejecimiento, el seguro de salud para esas personas, por ejemplo.
www.infobae.com/cultura/2016/07/31/argentina-gasta-mucho-en-politicas-sociales-podria-gastar-distinto-y-tener-mejores-resultados/
"Argentina gasta mucho en políticas sociales, podría gastar distinto y tener mejores resultados"
Matías Méndez
31 de julio de 2016
¿Qué pasa con el Estado de bienestar en Argentina cuando la sociedad sufre cambios en el mercado de trabajo y en la organización familiar? Esa es quizás la pregunta central de los textos que los directores del Grupo de Trabajo Interdisciplinario "Derechos y políticas sociales", la abogada Laura Pautassi y el sociólogo Gustavo Gamallo, reunieron en el libro El bienestar en brechas. Las políticas sociales en la Argentina de la posconvertibilidad que acaba de publicar Editorial Biblos. Para desarrollar la investigación, introducen el concepto de brecha.
La obra está organizada en cuatro grandes capítulos: "Brechas contributivas", "Brechas no contributivas y su impacto en las políticas sociales", "Brechas en el acceso a la vivienda" y "Brechas en la organización del cuidado". En sus páginas, un grupo de investigadores que proviene del derecho, la sociología y la ciencia política analiza las políticas sociales del ciclo que va del 2003 al 2013.
En esta entrevista con Infobae, los compiladores del libro repasan los conceptos que desarrollaron, hacen un balance de la asignación universal por hijo, recomiendan incluir en la agenda pública la economía del cuidado y se muestran preocupados porque en el nuevo Gobierno ven "pocas novedades" en políticas sociales.
—¿Qué postula el concepto de "brecha"?
Gustavo Gamallo.—La idea es tratar de poner en discusión cierta mirada que hay acerca de que el Estado de bienestar se destruyó o que fue desmantelado. A nuestro juicio, lo que hay es cierto desajuste entre lo que fueron los momentos fundacionales y de consolidación y desarrollo de las principales políticas sociales que conforman el Estado de bienestar en la Argentina, y el conjunto de transformaciones sociales propias de, sobre todo, la crisis del mercado de trabajo, y, en segundo lugar, la crisis de la organización familiar. Estas dos cuestiones son densas de por sí, pero fundamentalmente, si miramos lo que serían los arreglos centrales del Estado de bienestar, el sistema previsional, el de distribución, de transferencias a las familias, de organización del sistema de salud, aparece una relación muy fuerte con la organización del mercado del trabajo. En un país que ha sufrido y que sigue padeciendo un altísimo índice de informalidad laboral, hay un problema de desajuste muy relevante en el cual grandes grupos sociales quedan excluidos de buena parte de esas prestaciones y se ha establecido un conjunto de políticas tendientes a resolver esa brecha. Por ejemplo, la moratoria provisional, el desarrollo de la asignación universal por hijo, como una manera de pensar políticas sociales no vinculadas directamente con las contribuciones laborales. En ese sentido, lo que explora la idea de la brecha es un concepto ordenador para pensar si estamos en presencia del desajuste o de la brecha entre una manera en la cual el Estado de bienestar sigue funcionando con una dinámica propia y el conjunto de desarrollos propios de una sociedad que se está reproduciendo bajo otras bases.
—¿Se trata de un Estado de bienestar pensado para una sociedad que ya no existe?
GG.—Algunos autores han dicho que el Estado de bienestar que tenemos es el de nuestros abuelos y no el de nuestros hijos, en el sentido de que se formó en un momento del siglo XX, se desarrolló y se consolidó bajo cierta lógica del desarrollo del capitalismo. Lo que hoy tenemos es una sociedad que está transitando una crisis muy relevante —sobre todo— en el mercado del trabajo y esto está generando situaciones de cierta desconexión en la manera en la cual se plantean los derechos sociales y la manera en la que efectivamente debe resolverse en función de esta dinámica laboral que excluye de manera relativamente permanente a amplios contingentes.
—En el libro se define el caso argentino como un híbrido. ¿Qué implica ese concepto?
Laura Pautassi.—Es un concepto que viene de larga data. Hoy podemos decir que es un híbrido mucho más complejo, precisamente por algunas de las características que Gustavo señalaba: el mercado de trabajo no es el mismo, los tipos de actividades que se desempeñan tampoco son las mismas y, además, hay un tema de larga data que el feminismo viene definiendo, que tiene que ver con la consideración de todo lo relativo a lo que históricamente era lo reproductivo y que hoy llamamos economía del cuidado, con todas aquellas actividades que van a garantizar la reproducción social y que también son trabajo y no están consideradas como tal. Esa hibridez con la que podemos caracterizar estos arreglos institucionales que caracterizaron la dinámica social de los últimos años también ha sufrido un proceso importante en términos de su conformación, porque no están preparados para recibirlo y, de hecho, todo lo que es economía del cuidado no ha entrado en la agenda pública.
—Por otra parte, es un mercado laboral novedoso, en el cual, por ejemplo, están los emprendedores que trabajan desde Argentina hacia el mundo. ¿Eso tiene impacto a nivel previsional?
GG.—Básicamente, la relación salarial formal, sobre la cual se montó, por ejemplo, el sistema previsional, es lo que hoy está en crisis y algunas de las evidencias que se proponen en este trabajo y en otros de algunos colegas son el llamamiento para un debate político de fondo en relación con cómo organizar el bienestar de una sociedad que ya no es la misma del siglo XX.
—En materia de políticas sociales, existe una sensación de que todo lo que se hace en las distintas gestiones es para la emergencia, que se tapan los baches de lo urgente. ¿Es así?
LP.—De allí el concepto de brecha, que es buscar una idea de un campo de investigación; este es un trabajo de equipo interdisciplinario en el abordaje de una misma problemática que tiene que ver con la responsabilidad estatal en términos de redistribuir el bienestar. Estos arreglos del régimen de bienestar de posguerra son los acuerdos que hoy tenemos que volver a discutir firmemente. Además, se requieren necesariamente políticas públicas de corte transversal, entonces, nosotros trabajamos desde dos enfoques: el de derechos y el de géneros. El de derechos no tiene que ser sólo una lógica retórica de recurrir a los derechos que tienen un efecto político y ciudadano muy fuerte, sino que esto se tiene que reflejar en obligaciones estatales que tienen que dar cumplimiento al contenido de estos derechos. Y el otro enfoque es el de género, donde se está mirando esa simetría de poder en darle distinto valor al trabajo de la mujer y al trabajo del varón en esta necesidad de trabajar las diversidades sexuales, las identidades sexuales y esto necesariamente tiene que estar reflejado en las respuestas y también en las instituciones sociales.
—Ustedes trabajan el período 2003-2013, donde hubo crecimiento pero no se acortó la desigualdad. ¿Qué políticas deberían desarrollarse? ¿Pueden las políticas sociales aportar a eso? ¿Sólo depende de la macroeconomía?
GG.—Hay distintas maneras de pensar la desigualdad, una tiene que ver con los ingresos y las rentas, pero hay otro tipo de desigualdades que tienen que ver con las oportunidades vitales, que están mucho más vinculadas a los sistemas institucionales, en relación con los eventos vitales relevantes. Hay ciertos campos de desigualdad que están vinculados con el desarrollo de sistemas institucionales que operen en relación con los factores específicos, es decir, el campo de la educación o la salud, en el cual no tienen el mismo tratamiento que abordar las desigualdades de la renta financiera o con las dispersiones salariales. En este campo específico de lo que podríamos llamar las políticas de bienestar vinculadas con los sistemas institucionales, hay mucho trabajo para hacer. Un tema es el federalismo: Argentina tiene un sistema federal en el cual una parte del sistema de salud, porque otra parte tiene que ver con las obras sociales, está vinculada con la gestión provincial, y ahí hay mucho trabajo para hacer con una dirección de coordinación y articulación política mucho más firme de lo que se ha venido haciendo; igual para el campo educativo. En el campo previsional, siguen existiendo trece sistemas provinciales junto con un llamado sistema único. Hay mucho trabajo político para hacer para establecer una agenda mucho más específica; pensemos que en los noventa se privatizaron unas 120 empresas en un lapso muy breve y el Estado de bienestar es una institución muy rígida, muy sólida, resiste a los cambios. Las burocracias que se articulan con las políticas sociales tienen mucho para decir, para aportar y mucho para oponerse. Hay mucho trabajo político y no necesariamente tiene que ver con los problemas que la economía de por sí, y no vamos a hablar de eso porque el concepto inflacionario profundiza todos los problemas, Argentina gasta mucho en políticas sociales, podría gastar distinto y tener mejores resultados.
—¿El contexto de atomización política de los bloques parlamentarios ayuda a crear las condiciones para debatir estos temas?
GG.—Uno no escucha a los máximos decisores hablar de estos temas de la manera en la cual deberían hacerlo si aspiraran a modificar las cosas de fondo. Hoy, el Gobierno de Cambiemos plantea un objetivo de pobreza cero. ¿Qué significa eso en términos de desarrollo de políticas específicas? Cuando uno habla con las personas que están vinculadas a los partidos desde el punto de vista técnico, en el campo de la salud y la educación, todos dicen más o menos lo mismo: "Esto no es prioridad política, no es tema de campaña". Debería serlo.
—Le dedican el último capítulo del libro a un tema que también está ausente en el debate político y que es una problemática que atraviesa todos los sectores, el de la vivienda. ¿Por qué no se habla de eso?
LP.—Sin duda y es un derecho humano reconocido que requiere estar en agenda por múltiples razones, las situaciones más dramáticas, de las personas en calle. Parte de nuestras investigaciones hace rato que vienen relevando, en la Ciudad de Buenos Aires, una situación altamente dramática en el distrito más rico de la Argentina, con enormes disparidades y dificultades, no solamente por las personas en situación de calle, sino por otras situaciones. Cuando hablamos de desigualdad, no sólo requiere a aquellos que están en situación de pobreza o indigencia, sino de distintas situaciones, por eso nos interesa la desigualdad en cuestiones de género.
—¿Se puede hacer un balance de la implementación de la asignación universal por hijo?
GG.—Ha sido una contribución muy relevante para pensar desde otro lugar lo que fue un debate que se inició en Argentina a mediados de los años noventa con la iniciativa legislativa de Elisa Carrió y Elisa Carca. Recién en 2009 se pudo poner en marcha una política que tuviera algo parecido a esa idea, la de aceptar las restricciones de los arreglos contributivos, es decir, los que se vinculan con la relación salarial formal y la necesidad de atender las contingencias propias de lo que se supone que es en una familia la reproducción ampliada, el aumento de los miembros y el tipo de gastos que se atiende en relación con esa situación. La AUH ha tenido una importancia relevante, ha marcado la relevancia que tiene el Estado nacional en términos de distribuir recursos a través de esa vía, es decir, Anses [Administración Nacional de la Seguridad Social] es una agencia muy potente y de allí que ha tenido una enorme importancia en el período anterior como el eje del desarrollo de políticas de transferencias de ingresos.
—¿Qué están viendo en materia de política social en el nuevo Gobierno?
LP.—Pocas novedades y complementando lo de la AUH, la asignación es una medida, pero ahí hay medidas que se deben implementar de manera urgente. Por ejemplo, en la AUH los titulares son niños, niñas y adolescentes, pero la principal perceptora fue la madre. Ahora, para esas mujeres no se están diseñando ni políticas de cuidados que les permita, por ejemplo, tener ciertos momentos de su día, todo lo que significan las condicionalidades, que es tiempo y esfuerzo de la mujer y cuál es su propia trayectoria de vida. Son mujeres con una maternidad muy temprana (en Argentina tenemos altos índices de embarazo adolescente) y requiere pensar qué políticas vamos a tener para estas mujeres. No hay discusión en este momento de políticas de empleo, tampoco cómo vamos a articular con otros tipos de políticas. Hay una carga muy fuerte sobre los destinatarios de estas políticas de cumplir con planes de atención de salud y educativa, pero esto también requiere una revisión muy fuerte de cómo trabajar de manera interdependientes. Vemos un debate que no está instalado como tal, sino que hay una continuidad de medidas, hay un momento de inercia entre traspaso de gestión, pero ahora sí, se requieren fuertemente políticas mucho más presentes, activas y agresivas en el sentido de instalar claramente la necesidad de tener políticas sociales no solamente activas, y ahí el mercado de trabajo es muy importante, e instalar el cuidado en la agenda.
GG.—Hay una agenda que no es vigorosa, es un poco flaca. No se han enunciado objetivos importantes en algunos campos, en otros, hay algo más claro, como en el campo previsional, donde se hicieron algunos anuncios y hay iniciativas más claras. Argentina precisa debates más profundos acerca de los problemas demográficos que tiene que enfrentar, el envejecimiento dentro del envejecimiento, el seguro de salud para esas personas, por ejemplo.
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