Post by HBF on Sept 16, 2010 18:50:08 GMT -3
Por Carlos Girotti
La contracumbre argentina
05-05-2010 /
Ya está: el primer secretario general de la Unasur es Néstor Kirchner y ha sido electo por unanimidad. Las doce naciones que integran el organismo –exceptuando la lógica abstención de Argentina– han prestado su consentimiento y, de este modo, la Unión avanza un paso más hacia su paulatina e imprescindible institucionalización. Los gobernantes, aun los más remisos, coincidieron tanto en la necesidad de adoptar la medida como en designar al ex presidente argentino para desempeñarse en ese cargo estratégico. Pero aquí, en el país que está a punto de conmemorar su Bicentenario, y cuando esta designación debería ser considerada un verdadero homenaje de los pueblos y gobiernos sudamericanos, las voces de ultratumba se han constituido en una verdadera contracumbre.
El primero en no privarse de opinar ha sido Eduardo Duhalde quien, a despecho de su condición de ex primer mandatario, por omisión se permitió decir que los once presidentes sudamericanos no tenían ni la más pálida idea de a quién habían elegido para la Secretaría General de la Unasur. De hecho, Kirchner es para Duhalde “el hombre más inadecuado”. Quizá, si se prescindiera de la circunstancia diplomática y se aceptase que sólo estaba calificando a su oponente para liderar el proyecto político del PJ, se podría concluir que la cohetería verbal es propia de la disputa interna. Pero no es así.
Muy bien sabía Duhalde que al poner un aplazo descalificatorio a Kirchner lo hacía, por extensión, a sus electores, esto es, a las máximas representaciones políticas de once países hermanos. Nadie debería suponer que se trató de un descuido, una falta de tacto o un error de cálculo. Duhalde sale a impugnar el consenso de la Unasur porque, en la práctica, ese consenso le es totalmente adverso al modelo de país que él quisiera representar en el futuro.
No hay tampoco ninguna clase de hesitación en Duhalde. Sabe que el trabajoso proceso de integración regional, con sus avances zigzagueantes, va camino a una deseada estabilización de la soberanía del bloque de naciones que, otrora, en términos individuales no tenían chances de negociación que no fuesen las del sometimiento a los dictados del Gran Hermano del Norte. Es que Duhalde se ve a sí mismo como un hábil negociador en el mundo globalizado del gran capital y, por ello, no precisa de socios molestos que le impongan una agenda continental. A su manera, la impugnación hecha por Duhalde contra Kirchner comporta una redefinición del antiguo “eje del mal”: los que eligieron “al hombre más inadecuado” son, precisamente, los hombres menos adecuados. He aquí toda una plataforma programática para la pretendida campaña presidencial del antiguo guardavidas de Lomas de Zamora.
Por supuesto que hubo y habrá una retahíla de denuestos semejantes. El partido de Mauricio Macri y el que encabeza Elisa Carrió tampoco se privaron de anotarse en la línea de largada. Cómo no hacerlo si para ellos Kirchner, así decidiera alejarse completamente de la política, siempre representará lo peor, lo más temido, lo aborrecible. Aún no lo saben, pero esas opiniones enconadas, las de Federico Pinedo, las de Juan Carlos Morán (y las de quienes les sucederán por estas horas) no son más que la maníaca negación de una evidencia: la de la absoluta incapacidad de las derechas autóctonas para articular un modelo de país diferente al del primer Centenario.
Todo las exaspera, las saca de cauce y las lleva, cada vez más, a la indeseada visibilización de su reaccionarismo constitutivo. Es ese reaccionarismo el que les impide, aun en circunstancias en las que la más elemental norma de decoro para con los mandatarios visitantes debería hacerlas callar, aportar a un consenso del Bicentenario que proyectara soberanamente al país del futuro. No pueden. Ese territorio de la esperanza les está vedado a estas derechas –las viejas, las nuevas y las recicladas– porque la única esperanza que alientan es la de retrotraer la historia al lugar en el que ellas, amas y señoras, negociaban la suerte de la patria con quienes les daba la gana.
Infaltable en estas lides, en las que lo más reaccionario de la sociedad argentina se hace presente, el matutino La Nación le brinda espacio a un columnista extranjero. Rodrigo Botero Montoya, ex ministro de Hacienda de Colombia y colaborador del diario El Colombiano, dijo en la edición de ayer: “En lo que respecta a la candidatura de Kirchner a la Secretaría General de Unasur, el interés nacional recomienda negarle su respaldo.
Su afinidad con el movimiento narco-guerrillero es conocida. Recién salido del gobierno, Kirchner se trasladó a Villavicencio a participar en la farsa montada por Chávez para humillar a la sociedad civil colombiana y legitimar a los delincuentes armados (…) Sus antecedentes autoritarios, carácter pendenciero, falta de autoridad moral y antipatía por los principios de la democracia liberal, lo hacen poco recomendable como candidato a la Secretaría General de Unasur”.
Por supuesto, todavía habrá que esperar las meditadas opiniones de Joaquín Morales Solá y Mariano Grondona, siempre ecuánimes y objetivos al momento de juzgar a Néstor y Cristina Kirchner. E, incluso, para seguir con los habituales columnistas locales, quizás Beatriz Sarlo –inveterada crítica literaria de los escritos y opiniones de Carta Abierta– todavía pueda evaluar que, al menos en el caso de la elección de Kirchner para la Secretaría General de la Unasur, no fue culpa de su fantasmagórico “aparato comunicacional K”. Pero nunca se sabe, todo puede ser en esta dimensión desconocida de la anomalía sudamericana.
Como fuere, la Argentina ha resultado ser un país pródigo en contracumbres. En el 2005, cuando George Bush se aprestaba a parir el ALCA en Mar del Plata, los pueblos y gobiernos democráticos del continente, enancados en la formidable movilización de las organizaciones populares locales y en la generosa acogida que a ésta le diera el gobierno de Néstor Kirchner, desbarrancaron el dorado sueño colonial.
En el 2008, mientras las derechas continentales acariciaban el sueño más módico del triunfo golpista de la Media Luna boliviana, la Unasur debutaba con su contraofensiva institucionalista y religitimaba al gobierno asediado de Evo Morales, siendo muy destacado el papel impulsor de Cristina Fernández. No corrió idéntica suerte la política de restituir a Manuel Zelaya en la presidencia de Honduras, pero en esta reunión de la Unasur, que tiene a la Argentina como país anfitrión, la postura sigue siendo la de aislar al gobierno impostor de Porfirio Lobo, contradiciendo ostensiblemente a la diplomacia norteamericana.
Han transcurrido apenas cinco años de aquellos acontecimientos inaugurales de Mar del Plata y nada hace predecir que el futuro de la Unasur peligre. Sin embargo, aquí acaba de gestarse otra contracumbre. Es la que nuclea a los exaltados negadores del futuro, a los que pierden toda compostura cuando perciben que sus argumentos no hacen mella en un consenso que, además de su carácter continental, cala en el reconocimiento de la porción más vasta y extendida de la sociedad argentina.
Contracumbre, sí, pero módica: ninguna plaza ni estadio se colmará, como ocurre en defensa de la ley de medios, para impugnar o impedir la designación de Néstor Kirchner. Ojalá que esta evidencia no los exaspere más porque, de yapa, Martínez de Hoz acaba de ir preso.
*Sociólogo, Conicet
www.elargentino.com/Content.aspx?Id=89524
La contracumbre argentina
05-05-2010 /
Ya está: el primer secretario general de la Unasur es Néstor Kirchner y ha sido electo por unanimidad. Las doce naciones que integran el organismo –exceptuando la lógica abstención de Argentina– han prestado su consentimiento y, de este modo, la Unión avanza un paso más hacia su paulatina e imprescindible institucionalización. Los gobernantes, aun los más remisos, coincidieron tanto en la necesidad de adoptar la medida como en designar al ex presidente argentino para desempeñarse en ese cargo estratégico. Pero aquí, en el país que está a punto de conmemorar su Bicentenario, y cuando esta designación debería ser considerada un verdadero homenaje de los pueblos y gobiernos sudamericanos, las voces de ultratumba se han constituido en una verdadera contracumbre.
El primero en no privarse de opinar ha sido Eduardo Duhalde quien, a despecho de su condición de ex primer mandatario, por omisión se permitió decir que los once presidentes sudamericanos no tenían ni la más pálida idea de a quién habían elegido para la Secretaría General de la Unasur. De hecho, Kirchner es para Duhalde “el hombre más inadecuado”. Quizá, si se prescindiera de la circunstancia diplomática y se aceptase que sólo estaba calificando a su oponente para liderar el proyecto político del PJ, se podría concluir que la cohetería verbal es propia de la disputa interna. Pero no es así.
Muy bien sabía Duhalde que al poner un aplazo descalificatorio a Kirchner lo hacía, por extensión, a sus electores, esto es, a las máximas representaciones políticas de once países hermanos. Nadie debería suponer que se trató de un descuido, una falta de tacto o un error de cálculo. Duhalde sale a impugnar el consenso de la Unasur porque, en la práctica, ese consenso le es totalmente adverso al modelo de país que él quisiera representar en el futuro.
No hay tampoco ninguna clase de hesitación en Duhalde. Sabe que el trabajoso proceso de integración regional, con sus avances zigzagueantes, va camino a una deseada estabilización de la soberanía del bloque de naciones que, otrora, en términos individuales no tenían chances de negociación que no fuesen las del sometimiento a los dictados del Gran Hermano del Norte. Es que Duhalde se ve a sí mismo como un hábil negociador en el mundo globalizado del gran capital y, por ello, no precisa de socios molestos que le impongan una agenda continental. A su manera, la impugnación hecha por Duhalde contra Kirchner comporta una redefinición del antiguo “eje del mal”: los que eligieron “al hombre más inadecuado” son, precisamente, los hombres menos adecuados. He aquí toda una plataforma programática para la pretendida campaña presidencial del antiguo guardavidas de Lomas de Zamora.
Por supuesto que hubo y habrá una retahíla de denuestos semejantes. El partido de Mauricio Macri y el que encabeza Elisa Carrió tampoco se privaron de anotarse en la línea de largada. Cómo no hacerlo si para ellos Kirchner, así decidiera alejarse completamente de la política, siempre representará lo peor, lo más temido, lo aborrecible. Aún no lo saben, pero esas opiniones enconadas, las de Federico Pinedo, las de Juan Carlos Morán (y las de quienes les sucederán por estas horas) no son más que la maníaca negación de una evidencia: la de la absoluta incapacidad de las derechas autóctonas para articular un modelo de país diferente al del primer Centenario.
Todo las exaspera, las saca de cauce y las lleva, cada vez más, a la indeseada visibilización de su reaccionarismo constitutivo. Es ese reaccionarismo el que les impide, aun en circunstancias en las que la más elemental norma de decoro para con los mandatarios visitantes debería hacerlas callar, aportar a un consenso del Bicentenario que proyectara soberanamente al país del futuro. No pueden. Ese territorio de la esperanza les está vedado a estas derechas –las viejas, las nuevas y las recicladas– porque la única esperanza que alientan es la de retrotraer la historia al lugar en el que ellas, amas y señoras, negociaban la suerte de la patria con quienes les daba la gana.
Infaltable en estas lides, en las que lo más reaccionario de la sociedad argentina se hace presente, el matutino La Nación le brinda espacio a un columnista extranjero. Rodrigo Botero Montoya, ex ministro de Hacienda de Colombia y colaborador del diario El Colombiano, dijo en la edición de ayer: “En lo que respecta a la candidatura de Kirchner a la Secretaría General de Unasur, el interés nacional recomienda negarle su respaldo.
Su afinidad con el movimiento narco-guerrillero es conocida. Recién salido del gobierno, Kirchner se trasladó a Villavicencio a participar en la farsa montada por Chávez para humillar a la sociedad civil colombiana y legitimar a los delincuentes armados (…) Sus antecedentes autoritarios, carácter pendenciero, falta de autoridad moral y antipatía por los principios de la democracia liberal, lo hacen poco recomendable como candidato a la Secretaría General de Unasur”.
Por supuesto, todavía habrá que esperar las meditadas opiniones de Joaquín Morales Solá y Mariano Grondona, siempre ecuánimes y objetivos al momento de juzgar a Néstor y Cristina Kirchner. E, incluso, para seguir con los habituales columnistas locales, quizás Beatriz Sarlo –inveterada crítica literaria de los escritos y opiniones de Carta Abierta– todavía pueda evaluar que, al menos en el caso de la elección de Kirchner para la Secretaría General de la Unasur, no fue culpa de su fantasmagórico “aparato comunicacional K”. Pero nunca se sabe, todo puede ser en esta dimensión desconocida de la anomalía sudamericana.
Como fuere, la Argentina ha resultado ser un país pródigo en contracumbres. En el 2005, cuando George Bush se aprestaba a parir el ALCA en Mar del Plata, los pueblos y gobiernos democráticos del continente, enancados en la formidable movilización de las organizaciones populares locales y en la generosa acogida que a ésta le diera el gobierno de Néstor Kirchner, desbarrancaron el dorado sueño colonial.
En el 2008, mientras las derechas continentales acariciaban el sueño más módico del triunfo golpista de la Media Luna boliviana, la Unasur debutaba con su contraofensiva institucionalista y religitimaba al gobierno asediado de Evo Morales, siendo muy destacado el papel impulsor de Cristina Fernández. No corrió idéntica suerte la política de restituir a Manuel Zelaya en la presidencia de Honduras, pero en esta reunión de la Unasur, que tiene a la Argentina como país anfitrión, la postura sigue siendo la de aislar al gobierno impostor de Porfirio Lobo, contradiciendo ostensiblemente a la diplomacia norteamericana.
Han transcurrido apenas cinco años de aquellos acontecimientos inaugurales de Mar del Plata y nada hace predecir que el futuro de la Unasur peligre. Sin embargo, aquí acaba de gestarse otra contracumbre. Es la que nuclea a los exaltados negadores del futuro, a los que pierden toda compostura cuando perciben que sus argumentos no hacen mella en un consenso que, además de su carácter continental, cala en el reconocimiento de la porción más vasta y extendida de la sociedad argentina.
Contracumbre, sí, pero módica: ninguna plaza ni estadio se colmará, como ocurre en defensa de la ley de medios, para impugnar o impedir la designación de Néstor Kirchner. Ojalá que esta evidencia no los exaspere más porque, de yapa, Martínez de Hoz acaba de ir preso.
*Sociólogo, Conicet
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