Post by HBF on Sept 16, 2010 18:41:08 GMT -3
Por Claudio Gómez
Mano dura y dictadura
13-09-2010 /
Es cuanto menos paradójico que sean las mismas personas las que pidan mano dura contra la delincuencia y a la vez estén cansadas de que se siga avanzando en las investigaciones de los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la dictadura cívico-militar.
Y es también extraño (aunque auspicioso) que del otro lado haya opiniones más concentradas en proponer alternativas a los problemas de inseguridad que avancen sobre las problemáticas sociales y, paralelamente, apoyen la reconstrucción de la memoria colectiva en busca de recomponer con justicia la memoria social.
El asunto de la mano dura (término que ya no se utiliza, más por el cuidado de las formas que por su propósito implícito) se agota en sí mismo. Su práctica no arrojó ningún resultado positivo y las estadísticas verifican la falacia del instrumento de punición cada vez que se aplicó.
Pero no es en lo números donde mejor se observa la inutilidad de la mano dura, sino en la profanidad de la lógica que aplican algunos desconocidos de los medios periodísticos tradicionales.
Por caso, el sociólogo Rodrigo Oviedo, catedrático de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano (UAHC), dijo que la adopción de medidas de "tolerancia cero" contra la delincuencia da cuenta de un cambio "de un Estado social a un Estado policial". Y se refería a los proyectos políticos impulsados por su coterráneo, el presidente chileno, Sebastian Piñera, para frenar las índices de delincuencia en su país.
Oviedo sostiene que en América Latina, pero también en países europeos como Francia, "se está privilegiando la política represiva para responder a los desafíos de la criminalidad y las demandas de 'mano dura' o tolerancia cero se escuchan en el ámbito político y los gobiernos".
"Se trata de un problema político y quien gobierne hoy día y no tenga en cuenta el tema de la seguridad está perdido. Uno de los grandes temas para toda América Latina es el tema de la seguridad", subraya Oviedo.
A juicio del especialista en Ciencias Sociales "hay que tener políticas públicas (contra la delincuencia) y efectivamente eso incluye políticas de control también, pero no debe ser lo único".
"Estados Unidos es uno de los países que tiene mayor población carcelaria del mundo. Chile, en América Latina, tiene el mayor número de personas en las cárceles. Y no se ha solucionado el problema de la violencia y la inseguridad ciudadana", razona.
En un informe de su universidad, Oviedo indica que las curvas de delincuencia constatan que el aumento de la violencia criminal se registra desde la década de los años 70, "precisamente cuando se instalan regímenes en la región que privilegian el Estado policial".
Y advierte, no obstante, que "es la falta de políticas sociales adecuadas la que ha hecho que exista mayores políticas de control: la triada policía-justicia-prisión".
"Lo que antiguamente resolvían las políticas sociales, hoy se le pide que lo resuelvan las políticas de seguridad", asevera Oviedo y alerta que en algunos países "se ha pasado de la gran valoración de la libertad a una sobrevaloración de la seguridad".
De acuerdo con el Banco Mundial, la violencia se encuentra entre las principales cinco causas de muerte de la población latinoamericana, y es en Brasil, Colombia, Venezuela, El Salvador y México, en los países en los que esos registros aumentan considerablemente.
América Latina, además, aparece como la región con la tasa más alta de homicidios, con más de 23 crímenes dolosos cada 100 mil habitantes, más del doble del promedio internacional, según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
En efecto, la relación del padecimiento de los setenta con los gobiernos de facto y la consecuente aplicación forzada de modelos económicos neoliberales que se continuaron por ejemplo, en la Argentina del '90, debilitaron la acción del estado y dispararon desigualdades sociales, económicas y culturales, que ahora resultan muy difíciles de volver a reconstruir.
Es importante reflexionar sobre esto, aunque sea por propósitos individuales, ya que el crecimiento de la delincuencia, como peligro y como razón identitaria entre los que cometen delitos, crece y crecerá a un ritmo exponencial ampliamente superior a la impronta que se le pueda imprimir a la construcción de cárceles o de institutos de menores para depositar seres humanos.
Tan sólo por eso, quienes quieren olvidar el pasado, deberían recorrer su propia memoria o dejar que otros la analicen y la juzguen colectivamente, porque somos lo que somos y también nuestro pasado, un pretérito que nos constituye como hombres y como Nación, por eso nos alarma tanto.
www.elargentino.com/Content.aspx?Id=106394
Mano dura y dictadura
13-09-2010 /
Es cuanto menos paradójico que sean las mismas personas las que pidan mano dura contra la delincuencia y a la vez estén cansadas de que se siga avanzando en las investigaciones de los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la dictadura cívico-militar.
Y es también extraño (aunque auspicioso) que del otro lado haya opiniones más concentradas en proponer alternativas a los problemas de inseguridad que avancen sobre las problemáticas sociales y, paralelamente, apoyen la reconstrucción de la memoria colectiva en busca de recomponer con justicia la memoria social.
El asunto de la mano dura (término que ya no se utiliza, más por el cuidado de las formas que por su propósito implícito) se agota en sí mismo. Su práctica no arrojó ningún resultado positivo y las estadísticas verifican la falacia del instrumento de punición cada vez que se aplicó.
Pero no es en lo números donde mejor se observa la inutilidad de la mano dura, sino en la profanidad de la lógica que aplican algunos desconocidos de los medios periodísticos tradicionales.
Por caso, el sociólogo Rodrigo Oviedo, catedrático de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano (UAHC), dijo que la adopción de medidas de "tolerancia cero" contra la delincuencia da cuenta de un cambio "de un Estado social a un Estado policial". Y se refería a los proyectos políticos impulsados por su coterráneo, el presidente chileno, Sebastian Piñera, para frenar las índices de delincuencia en su país.
Oviedo sostiene que en América Latina, pero también en países europeos como Francia, "se está privilegiando la política represiva para responder a los desafíos de la criminalidad y las demandas de 'mano dura' o tolerancia cero se escuchan en el ámbito político y los gobiernos".
"Se trata de un problema político y quien gobierne hoy día y no tenga en cuenta el tema de la seguridad está perdido. Uno de los grandes temas para toda América Latina es el tema de la seguridad", subraya Oviedo.
A juicio del especialista en Ciencias Sociales "hay que tener políticas públicas (contra la delincuencia) y efectivamente eso incluye políticas de control también, pero no debe ser lo único".
"Estados Unidos es uno de los países que tiene mayor población carcelaria del mundo. Chile, en América Latina, tiene el mayor número de personas en las cárceles. Y no se ha solucionado el problema de la violencia y la inseguridad ciudadana", razona.
En un informe de su universidad, Oviedo indica que las curvas de delincuencia constatan que el aumento de la violencia criminal se registra desde la década de los años 70, "precisamente cuando se instalan regímenes en la región que privilegian el Estado policial".
Y advierte, no obstante, que "es la falta de políticas sociales adecuadas la que ha hecho que exista mayores políticas de control: la triada policía-justicia-prisión".
"Lo que antiguamente resolvían las políticas sociales, hoy se le pide que lo resuelvan las políticas de seguridad", asevera Oviedo y alerta que en algunos países "se ha pasado de la gran valoración de la libertad a una sobrevaloración de la seguridad".
De acuerdo con el Banco Mundial, la violencia se encuentra entre las principales cinco causas de muerte de la población latinoamericana, y es en Brasil, Colombia, Venezuela, El Salvador y México, en los países en los que esos registros aumentan considerablemente.
América Latina, además, aparece como la región con la tasa más alta de homicidios, con más de 23 crímenes dolosos cada 100 mil habitantes, más del doble del promedio internacional, según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
En efecto, la relación del padecimiento de los setenta con los gobiernos de facto y la consecuente aplicación forzada de modelos económicos neoliberales que se continuaron por ejemplo, en la Argentina del '90, debilitaron la acción del estado y dispararon desigualdades sociales, económicas y culturales, que ahora resultan muy difíciles de volver a reconstruir.
Es importante reflexionar sobre esto, aunque sea por propósitos individuales, ya que el crecimiento de la delincuencia, como peligro y como razón identitaria entre los que cometen delitos, crece y crecerá a un ritmo exponencial ampliamente superior a la impronta que se le pueda imprimir a la construcción de cárceles o de institutos de menores para depositar seres humanos.
Tan sólo por eso, quienes quieren olvidar el pasado, deberían recorrer su propia memoria o dejar que otros la analicen y la juzguen colectivamente, porque somos lo que somos y también nuestro pasado, un pretérito que nos constituye como hombres y como Nación, por eso nos alarma tanto.
www.elargentino.com/Content.aspx?Id=106394