Post by HBF on Jul 27, 2009 9:53:44 GMT -3
Crítica de libros / Ensayos
Crítica de la razón individualista
Sábado 4 de julio de 2009 | Publicado en edición impresa
Por Ana María Vara
Para LA NACION
El arte de la vida
Por Zygmunt Bauman
Paidós
Trad.: Dolors Udina
173 Páginas
$ 37
Cada tanto, ganan visibilidad pensadores que parecen reflejar cierto espíritu de época. Inesperadamente, sus obras devienen best sellers de calidad -casi un oxímoron- y su nombre se convierte en referencia obligada. Decir hoy Zygmunt Bauman o hablar de su Vida líquida produce un momento de reconocimiento similar al que hace diez años producían Gilles Lipovetsky y su La era del vacío o Jean-François Lyotard y La condición posmoderna .
El boom editorial de Bauman es periódicamente alimentado por una nueva obra. La veintena de títulos disponibles en español casi pueden leerse como los tomos de una enciclopedia temático-problemática, que va cubriendo distintas cuestiones del presente, alrededor de su noción de "modernidad líquida", que se pretende superadora de las nociones de "modernidad tardía" y de "posmodernidad".
Lo característico de nuestra época, según este sociólogo nacido en Polonia y profesor emérito de la Universidad de Leeds, es que nada es permanente ni gana arraigo: de las relaciones afectivas a las de trabajo, y de las laborales a las sociales. En este panorama, obras como Vida líquida y Amor líquido resultan complementarias de Vidas desperdiciadas y Europa. Una aventura inacabada . En los libros del primer agrupamiento, Bauman hace foco en los aspectos personales, en la vida privada de los sujetos que analiza; los segundos ofrecen una mirada más exterior: proponen un desplazamiento espacial (al hablar de los otros, los "parias" de la modernidad), o temporal, al reflexionar sobre el camino que llevó a la constitución de la nueva Europa.
El arte de la vida pertenece al primer grupo, en el que autor y lector forman parte del mismo colectivo, de un mismo "nosotros". Está escrito para europeos de clase media, consumistas y cosmopolitas, que gozan de un entorno donde ni siquiera el terrorismo global es una amenaza grave. A esos iguales, Bauman les muestra que, alcanzados los ingresos que aseguran la supervivencia, consumir más no los hace más felices. Ni en términos micro -como aumento de los ingresos- ni en términos macro: como insiste en la introducción, "el crecimiento del "producto interior bruto" es un índice bastante pobre para medir el crecimiento de la felicidad".
El autor recorre las consecuencias de esta idea en un tono que se acerca al de los libros de autoayuda. Discutiendo la relación entre consumismo e identidad, advierte a sus lectores: "A no ser que encuentres una etiqueta, un logo o una tienda en los que puedas confiar, te sientes confuso y tal vez perdido". Más adelante, los insta a la compasión cuando les explica: "Si la felicidad está permanentemente a nuestro alcance y si alcanzarla sólo consume los pocos minutos necesarios para hojear las páginas amarillas y sacar la tarjeta de crédito del bolsillo, es evidente que la persona que no consigue la felicidad no puede ser "real" o "genuina", sino que es un dechado de pereza, ignorancia o ineptitud" cuando no todo a la vez".
Quizá la mayor densidad conceptual del libro es la vinculación que establece Bauman entre el superhombre de Nietzsche y el "hombre líquido" actual, en la medida en que éste es "el gran maestro de la autoafirmación, capaz de evadirse o escapar de todas y cada una de las cadenas que atrapan a los mortales ordinarios".
Este "proyecto de superhombre" de la tarjeta veloz, alerta el sociólogo polaco, está condenado al fracaso porque la vida es incierta. En esto se acerca a la propuesta del alemán Ulrich Beck y su "sociedad del riesgo".
Frente a un entorno de abundancia en recursos que, sin embargo, no garantiza nada, Bauman propone aumentar la apuesta: "Debemos plantearnos retos que sean (al menos al momento de establecerlos) difíciles de conseguir a bocajarro, debemos escoger objetivos que estén (al menos en el momento de su elección) mucho más allá de nuestro alcance y unos niveles de excelencia que parezcan estar tozuda e insultantemente muy por encima de nuestra capacidad". El arte de vivir demanda "intentar lo imposible".
Ahora bien, este sugestivo paralelo con el arquetipo nietzscheano también deja en evidencia una contradicción fundamental del libro. Y no sólo porque confirma a sus lectores en un lugar de autosuficiencia. La mayor inconsecuencia se deriva del hecho de que Bauman denuncia el individualismo del hombre líquido escribiendo un libro individualista.
Por un lado, hace acusaciones de egoísmo y miopía: "La preocupación por cómo se gobierna el mundo ha cedido paso a la preocupación por cómo se gobierna uno", amonesta. Pero, por otro, Bauman denuncia ese estado de cosas sin apelar a categorías que superen el nivel de los individuos: escribe un libro sin política. Habla de marcas, pero no de transnacionales. Habla de consumismo pero no de distribución de los ingresos. Habla del PBI de los países pero no de neoliberalismo, ni de neocolonialismo, ni de globalización.
En este sentido, si bien El arte de la vida puede entenderse como una crítica fundamental a la razón individualista, lo cierto es que no puede escapar a esa misma lógica. Y es allí donde la cercanía de autor y lectores se revela un boomerang , que encierra a ambos en un círculo de reproches del que no encuentran salida.
© LA NACION
www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1145177
Crítica de la razón individualista
Sábado 4 de julio de 2009 | Publicado en edición impresa
Por Ana María Vara
Para LA NACION
El arte de la vida
Por Zygmunt Bauman
Paidós
Trad.: Dolors Udina
173 Páginas
$ 37
Cada tanto, ganan visibilidad pensadores que parecen reflejar cierto espíritu de época. Inesperadamente, sus obras devienen best sellers de calidad -casi un oxímoron- y su nombre se convierte en referencia obligada. Decir hoy Zygmunt Bauman o hablar de su Vida líquida produce un momento de reconocimiento similar al que hace diez años producían Gilles Lipovetsky y su La era del vacío o Jean-François Lyotard y La condición posmoderna .
El boom editorial de Bauman es periódicamente alimentado por una nueva obra. La veintena de títulos disponibles en español casi pueden leerse como los tomos de una enciclopedia temático-problemática, que va cubriendo distintas cuestiones del presente, alrededor de su noción de "modernidad líquida", que se pretende superadora de las nociones de "modernidad tardía" y de "posmodernidad".
Lo característico de nuestra época, según este sociólogo nacido en Polonia y profesor emérito de la Universidad de Leeds, es que nada es permanente ni gana arraigo: de las relaciones afectivas a las de trabajo, y de las laborales a las sociales. En este panorama, obras como Vida líquida y Amor líquido resultan complementarias de Vidas desperdiciadas y Europa. Una aventura inacabada . En los libros del primer agrupamiento, Bauman hace foco en los aspectos personales, en la vida privada de los sujetos que analiza; los segundos ofrecen una mirada más exterior: proponen un desplazamiento espacial (al hablar de los otros, los "parias" de la modernidad), o temporal, al reflexionar sobre el camino que llevó a la constitución de la nueva Europa.
El arte de la vida pertenece al primer grupo, en el que autor y lector forman parte del mismo colectivo, de un mismo "nosotros". Está escrito para europeos de clase media, consumistas y cosmopolitas, que gozan de un entorno donde ni siquiera el terrorismo global es una amenaza grave. A esos iguales, Bauman les muestra que, alcanzados los ingresos que aseguran la supervivencia, consumir más no los hace más felices. Ni en términos micro -como aumento de los ingresos- ni en términos macro: como insiste en la introducción, "el crecimiento del "producto interior bruto" es un índice bastante pobre para medir el crecimiento de la felicidad".
El autor recorre las consecuencias de esta idea en un tono que se acerca al de los libros de autoayuda. Discutiendo la relación entre consumismo e identidad, advierte a sus lectores: "A no ser que encuentres una etiqueta, un logo o una tienda en los que puedas confiar, te sientes confuso y tal vez perdido". Más adelante, los insta a la compasión cuando les explica: "Si la felicidad está permanentemente a nuestro alcance y si alcanzarla sólo consume los pocos minutos necesarios para hojear las páginas amarillas y sacar la tarjeta de crédito del bolsillo, es evidente que la persona que no consigue la felicidad no puede ser "real" o "genuina", sino que es un dechado de pereza, ignorancia o ineptitud" cuando no todo a la vez".
Quizá la mayor densidad conceptual del libro es la vinculación que establece Bauman entre el superhombre de Nietzsche y el "hombre líquido" actual, en la medida en que éste es "el gran maestro de la autoafirmación, capaz de evadirse o escapar de todas y cada una de las cadenas que atrapan a los mortales ordinarios".
Este "proyecto de superhombre" de la tarjeta veloz, alerta el sociólogo polaco, está condenado al fracaso porque la vida es incierta. En esto se acerca a la propuesta del alemán Ulrich Beck y su "sociedad del riesgo".
Frente a un entorno de abundancia en recursos que, sin embargo, no garantiza nada, Bauman propone aumentar la apuesta: "Debemos plantearnos retos que sean (al menos al momento de establecerlos) difíciles de conseguir a bocajarro, debemos escoger objetivos que estén (al menos en el momento de su elección) mucho más allá de nuestro alcance y unos niveles de excelencia que parezcan estar tozuda e insultantemente muy por encima de nuestra capacidad". El arte de vivir demanda "intentar lo imposible".
Ahora bien, este sugestivo paralelo con el arquetipo nietzscheano también deja en evidencia una contradicción fundamental del libro. Y no sólo porque confirma a sus lectores en un lugar de autosuficiencia. La mayor inconsecuencia se deriva del hecho de que Bauman denuncia el individualismo del hombre líquido escribiendo un libro individualista.
Por un lado, hace acusaciones de egoísmo y miopía: "La preocupación por cómo se gobierna el mundo ha cedido paso a la preocupación por cómo se gobierna uno", amonesta. Pero, por otro, Bauman denuncia ese estado de cosas sin apelar a categorías que superen el nivel de los individuos: escribe un libro sin política. Habla de marcas, pero no de transnacionales. Habla de consumismo pero no de distribución de los ingresos. Habla del PBI de los países pero no de neoliberalismo, ni de neocolonialismo, ni de globalización.
En este sentido, si bien El arte de la vida puede entenderse como una crítica fundamental a la razón individualista, lo cierto es que no puede escapar a esa misma lógica. Y es allí donde la cercanía de autor y lectores se revela un boomerang , que encierra a ambos en un círculo de reproches del que no encuentran salida.
© LA NACION
www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1145177