Post by HBF on Nov 14, 2008 8:17:51 GMT -3
Los europeos, aún muy lejos de elegir un presidente negro
Las minorías étnicas están muy relegadas y no ocupan espacios de poder
Lunes 10 de noviembre de 2008 | Publicado en edición impresa
Por Luisa Corradini
Corresponsal en Francia
PARIS.- ¿La obamamanía que se apoderó de Europa occidental en las últimas semanas significa que el Viejo Continente está listo, a su vez, para elegir un canciller de origen turco en Alemania, un presidente francés de origen senegalés o argelino o un primer ministro británico nacido en el seno de una familia paquistaní? La respuesta es un rotundo no.
Llevados por la marea de optimismo que provocó la elección del primer presidente negro de la historia de Estados Unidos, son innumerables los europeos que quisieran responder afirmativamente a la cuestión. Pero el escepticismo aparece cuando reflexionan seriamente sobre esa posibilidad.
"Nuestro Obama jamás podría llegar a recorrer los senderos del poder, que son mayoritariamente blancos y están bien balizados. Para nosotros todavía es una ficción", señala Omar Benga, mientras atiende un pequeño negocio de frutas en la estación Opera de París. Nacido en Francia hace 35 años, de padre y madre senegaleses, Omar es un francés que siempre se sintió extranjero en su propio país.
La onda expansiva de la elección de Obama fue particularmente sentida en Francia, país que acoge la comunidad negra más importantes de Europa, así como unos cinco millones de musulmanes de origen árabe.
"Esto significa diez veces la caída del Muro de Berlín", declaró Rama Yade, la secretaria de Estado francesa de Derechos Humanos, y el único miembro negro del equipo gubernamental. "Hoy, todos queremos ser un poco norteamericanos", agregó.
El presidente Nicolas Sarkozy sorprendió el año pasado a los franceses al escoger tres representantes de minorías étnicas para su gabinete. Sin embargo, los dos grandes partidos franceses, el conservador UMP y el Partido Socialista, son criticados en forma constante por la ausencia de negros y árabes entre sus líderes.
Si bien un negro, Gaston Monnerville, presidió el Senado francés entre 1959 y 1968, y Christiane Toubira, diputada de Guyana, fue candidata a la presidencia en 2002, en 40 años la situación no evolucionó demasiado: la Asamblea Nacional tiene un solo negro entre sus 577 diputados, mientras que en el Senado hay cuatro representantes con raíces norafricanas.
Para exigir una mayor participación en las elecciones europeas del año que viene, representantes de las minorías se manifestaron la semana pasada ante la sede de los principales partidos políticos. Un grupo de personalidades, apoyadas por Carla Bruni Sarkozy, publicó ayer en el diario Journal du Dimanche un "manifiesto por la igualdad real".
"Descuidando su propia diversidad, Francia desespera a un amplio sector de su juventud y le impide estar orgullosa de su país", indica el texto.
En Gran Bretaña, una baronesa negra, Patricia Janet Scotland, nacida en la ex colonia de Dominica, ocupa el máximo cargo de la Justicia. La victoria de Obama envió -según Scotland- una señal fuerte a las jóvenes generaciones y les mostró que "a través de la política se pueden cambiar las cosas". Pero su optimismo es desmentido por la realidad. Las minorías, que representan el 8% de la población británica, tienen 15 representantes en un Parlamento de 646 diputados.
"El triunfo de Obama nunca podría producirse en Gran Bretaña", porque el sistema político es "institucionalmente racista", afirma Trevor Phillips, presidente de la Comisión Británica para la Igualdad y los Derechos Humanos. A su juicio, aun cuando los electores estuvieran listos para votar por un candidato negro, la "máquina" política se erigiría en obstáculo insalvable.
En Alemania, donde uno de cada cinco habitantes tiene raíces extranjeras, las minorías ocupan 10 de las 612 bancas de la Bundestag. Ahora, por primera vez en la historia del país, un político de origen turco, Cem Ozdemir, está por convertirse en colíder de un partido político, el de los Verdes.
"En Europa aún falta mucho por hacer, [?] pero ha llegado el momento de avanzar", dijo Ozdemir, que provocó conmoción en 1994 cuando, a los 28 años, se transformó en el primer descendiente de turcos que entró en el Parlamento.
Pero la discriminación no es el único obstáculo para que Europa cambie su actitud sobre la participación política de las minorías al más alto nivel. Otro es que el fenómeno inmigratorio es demasiado reciente en algunos países. Excepto en Holanda, Bélgica, Gran Bretaña y Francia, donde las minorías son en general representativas de un pasado colonial, en el resto del continente los jóvenes pertenecen como máximo a la tercera generación de inmigrantes.
Más allá de los hechos, el fenómeno Obama fascina a Europa porque la hace tomar conciencia de su propia inercia, producto de siglos de historia, pero también del miedo frente al aumento de una inmigración que amenaza el equilibrio tradicional. "Estados Unidos, tierra de inmigración, acaba de demostrarle a Europa su inmovilismo y el vigor de una sociedad multiétnica y multicultural", analiza el sociólogo francés Pierre Laffont.
A esa visión realista de Europa se opone la imagen de una sociedad dinámica, decidida a cambiar, a volver a ser el país donde todo es posible. Incluso, que un mestizo, con raíces africanas, sea capaz de llegar a la Casa Blanca.Desde el martes pasado, la respuesta a la pregunta que se plantean los europeos está sin duda resumida en una frase memorable del futuro presidente: "Mi historia nunca podría haber ocurrido en otro país más que en Estados Unidos".
www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1068365
Las minorías étnicas están muy relegadas y no ocupan espacios de poder
Lunes 10 de noviembre de 2008 | Publicado en edición impresa
Por Luisa Corradini
Corresponsal en Francia
PARIS.- ¿La obamamanía que se apoderó de Europa occidental en las últimas semanas significa que el Viejo Continente está listo, a su vez, para elegir un canciller de origen turco en Alemania, un presidente francés de origen senegalés o argelino o un primer ministro británico nacido en el seno de una familia paquistaní? La respuesta es un rotundo no.
Llevados por la marea de optimismo que provocó la elección del primer presidente negro de la historia de Estados Unidos, son innumerables los europeos que quisieran responder afirmativamente a la cuestión. Pero el escepticismo aparece cuando reflexionan seriamente sobre esa posibilidad.
"Nuestro Obama jamás podría llegar a recorrer los senderos del poder, que son mayoritariamente blancos y están bien balizados. Para nosotros todavía es una ficción", señala Omar Benga, mientras atiende un pequeño negocio de frutas en la estación Opera de París. Nacido en Francia hace 35 años, de padre y madre senegaleses, Omar es un francés que siempre se sintió extranjero en su propio país.
La onda expansiva de la elección de Obama fue particularmente sentida en Francia, país que acoge la comunidad negra más importantes de Europa, así como unos cinco millones de musulmanes de origen árabe.
"Esto significa diez veces la caída del Muro de Berlín", declaró Rama Yade, la secretaria de Estado francesa de Derechos Humanos, y el único miembro negro del equipo gubernamental. "Hoy, todos queremos ser un poco norteamericanos", agregó.
El presidente Nicolas Sarkozy sorprendió el año pasado a los franceses al escoger tres representantes de minorías étnicas para su gabinete. Sin embargo, los dos grandes partidos franceses, el conservador UMP y el Partido Socialista, son criticados en forma constante por la ausencia de negros y árabes entre sus líderes.
Si bien un negro, Gaston Monnerville, presidió el Senado francés entre 1959 y 1968, y Christiane Toubira, diputada de Guyana, fue candidata a la presidencia en 2002, en 40 años la situación no evolucionó demasiado: la Asamblea Nacional tiene un solo negro entre sus 577 diputados, mientras que en el Senado hay cuatro representantes con raíces norafricanas.
Para exigir una mayor participación en las elecciones europeas del año que viene, representantes de las minorías se manifestaron la semana pasada ante la sede de los principales partidos políticos. Un grupo de personalidades, apoyadas por Carla Bruni Sarkozy, publicó ayer en el diario Journal du Dimanche un "manifiesto por la igualdad real".
"Descuidando su propia diversidad, Francia desespera a un amplio sector de su juventud y le impide estar orgullosa de su país", indica el texto.
En Gran Bretaña, una baronesa negra, Patricia Janet Scotland, nacida en la ex colonia de Dominica, ocupa el máximo cargo de la Justicia. La victoria de Obama envió -según Scotland- una señal fuerte a las jóvenes generaciones y les mostró que "a través de la política se pueden cambiar las cosas". Pero su optimismo es desmentido por la realidad. Las minorías, que representan el 8% de la población británica, tienen 15 representantes en un Parlamento de 646 diputados.
"El triunfo de Obama nunca podría producirse en Gran Bretaña", porque el sistema político es "institucionalmente racista", afirma Trevor Phillips, presidente de la Comisión Británica para la Igualdad y los Derechos Humanos. A su juicio, aun cuando los electores estuvieran listos para votar por un candidato negro, la "máquina" política se erigiría en obstáculo insalvable.
En Alemania, donde uno de cada cinco habitantes tiene raíces extranjeras, las minorías ocupan 10 de las 612 bancas de la Bundestag. Ahora, por primera vez en la historia del país, un político de origen turco, Cem Ozdemir, está por convertirse en colíder de un partido político, el de los Verdes.
"En Europa aún falta mucho por hacer, [?] pero ha llegado el momento de avanzar", dijo Ozdemir, que provocó conmoción en 1994 cuando, a los 28 años, se transformó en el primer descendiente de turcos que entró en el Parlamento.
Pero la discriminación no es el único obstáculo para que Europa cambie su actitud sobre la participación política de las minorías al más alto nivel. Otro es que el fenómeno inmigratorio es demasiado reciente en algunos países. Excepto en Holanda, Bélgica, Gran Bretaña y Francia, donde las minorías son en general representativas de un pasado colonial, en el resto del continente los jóvenes pertenecen como máximo a la tercera generación de inmigrantes.
Más allá de los hechos, el fenómeno Obama fascina a Europa porque la hace tomar conciencia de su propia inercia, producto de siglos de historia, pero también del miedo frente al aumento de una inmigración que amenaza el equilibrio tradicional. "Estados Unidos, tierra de inmigración, acaba de demostrarle a Europa su inmovilismo y el vigor de una sociedad multiétnica y multicultural", analiza el sociólogo francés Pierre Laffont.
A esa visión realista de Europa se opone la imagen de una sociedad dinámica, decidida a cambiar, a volver a ser el país donde todo es posible. Incluso, que un mestizo, con raíces africanas, sea capaz de llegar a la Casa Blanca.Desde el martes pasado, la respuesta a la pregunta que se plantean los europeos está sin duda resumida en una frase memorable del futuro presidente: "Mi historia nunca podría haber ocurrido en otro país más que en Estados Unidos".
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